
02 Feb Tras la búsqueda del zorro de fuego y la aurora boreal
Una de nuestras mayores ilusiones de este viaje era sin duda el poder disfrutar de las auroras boreales. Ese fenómeno natural envuelto en misterio y leyendas que sólo puede verse en privilegiadas latitudes del planeta.
Cuenta una leyenda Sami, que durante las noches de invierno un pequeño zorro caminaba entre los bosques nevados de Laponia debajo de un manto de estrellas infinito. Cuando este zorro, pequeño y juguetón, corría por la nieve, agitaba su cola a tanta velocidad, que la azotaba contra la nieve. La nieve salpicaba de colores el manto de estrellas creando así las auroras boreales.Hace meses descargué aplicaciones móviles, leí foros de internet, con tal de entender mejor la forma de vaticinar su aparición y conocer las mejores condiciones para visualizarlas. Un sin fin de datos con los que garantizarnos ver las auroras. Qué locura, ¿no? Garantizar ver algo que nadie te garantiza…
¡Y es que es así! Cuando estás en Finlandia y te informas en las agencias de actividades, ninguna te promete que puedas verlas ya que se trata de un fenómeno natural. Lo cual tiene toda la lógica del mundo. Pero aun así, nos resistíamos a aceptar el hecho de irnos de Finlandia sin verlas. Nuestras expectativas e ilusiones eran altas. ¡Muy altas!
Un primer intento de cazar auroras nos llevó a un lugar cercano a nuestro alojamiento. En tan solo 15 minutos andando conseguimos llegar a una zona oscura retirada de las luces de la calle.
Nuestra inexperiencia ante este fenómeno, se hace notar rápidamente aflorándonos dudas de si realmente son o no. Así es que la mejor forma de salir de ellas es repasando fotos.
En ellas podemos ver un cielo ligeramente cubierto de nubes con unos rasgos verdosos, lo que nos hace creer que sí están ahí. Lógicamente nuestra ilusión estaba algo decaída pero todavía nos quedaban días para volver a intentarlo.
Buscábamos ver las auroras de nuestros sueños tal y como aparecen en las fotos o en los vídeos promocionales y algo en nuestro interior nos decía que esa era la noche.
Por lo que nos dirigimos a la oficia de Lapland Welcome a informarnos de su excursión para ver auroras.
En Rovaniemi el cielo volvía a estar cubierto de nubes así que teníamos que ir a las afueras. Mi pregunta fue algo tonta pero insistí mucho en saber si en el lugar donde nos llevaban estaba nublado o no. Evidentemente no se comprometen, ya que no pueden controlar la meteorología. Aun así decidimos contratar la excursión que salía justo dos horas después.
Nuestro nerviosismo iba en aumento a medida que pasaban las horas. Eran tan grandes las expectativas que de no verlas, sería una gran decepción para los tres.
Ya equipados, en marcha y con todavía la luminosidad de la ciudad, me pareció ver un reflejo verde en el cielo. Estaba tan atónita de tenerla ante nuestros ojos que confirmé mis dudas con el pequeño. Miró por la ventana y me dijo: “¡sí, mamá! ¡Sí, lo es!”.
Una leve línea verde que iba subiendo de tono en el cielo, nos marcaba la ruta como si nos guiase hacia el punto de encuentro donde ver el espectáculo que nos tenía reservado.
Realizamos una parada en medio de la oscuridad y allí fue nuestro primer encuentro con la magia de la aurora boreal. En medio de una carretera nevada, entre pinos cubiertos de un manto blanco y las luces del norte despertando por el horizonte. Una imagen increíble y el presagio de una gran noche.
Continuamos hasta llegar a una gran explanada en medio de un gran claro en el bosque, habitada únicamente por un igloo y una tipee, pequeña cabaña donde hacer una hoguera para resguardarse del frío.
Tras encender el fuego, que nos serviría no sólo para calentarnos sino también para asar las típicas salchichas, salimos a preparar nuestro equipo fotográfico. Las auroras empezaban a asomar nuevamente y es un espectáculo caprichoso que no se puede dejar pasar. No nos queríamos ir sin conseguir unas buenas fotos de lo que el cielo nos estaba ofreciendo.
Justo cuando entramos a asar nuestras salchichas bajo las brasas de la hoguera, Catherine, la guía, se asomó y nos llamó al grito de ¡la aurora!, ¡es grandísima!.
Una majestuosa aurora boreal salía de diferentes puntos del cielo. Unas luces verdes asomaban por el horizonte y se acercaban a nosotros. Crecían a un ritmo increíble y de repente una explosión en el cielo.
Gritábamos emocionados ante la belleza e incredibilidad de su fuerza.
Su movimiento era veloz, como si de un caudal de río se tratara. Una suave llama de color encendía el cielo y en cuestión de centésimas de segundo, crecía y se movía rápidamente por encima de nuestras cabezas.
Estaban ahí, bailando en el cielo, el zorro estaba agitando su cola por encima nuestra con gran intensidad. Su baile boreal nos mostraba el paso de las partículas que rodeaban el momento.
Su zig-zag verde, amarillo con un suave rosa-morado y apenas algo de azul que el peque deseaba ver fervientemente, nos hacía saltar de júbilo.
¡Nuestro sueño se había cumplido, y con creces!. El peque corría como loco por la nieve siguiendo la aurora boreal.
Ante tal subidón no podíamos pasar a cenar, esperando que se repitiese ese momento.
Pero ya no sucedió, por lo menos no con la misma intensidad. Por lo que cuando bajó la magnitud de las auroras, continuamos con la barbacoa de snacks.
Salchichas, chocolate caliente, nuggets, crepes con espinacas y queso…, la comida no faltó durante toda la noche.
Seguíamos saliendo a controlar las auroras, pero ese instante era irrepetible y el peque cayó exhausto.
Antes de abandonar la cabaña realizamos un ritual finlandés que se repite cada Noche Vieja.
Derretimos una pequeña herradura en un cucharón posado sobre las ascuas. Una vez líquido, volcamos a la de tres en un cubo lleno de agua y bajo la luz de una vela, te muestra la forma que tus ojos crean adivinar. La mía arrugada, me trajo a los ojos un ángel. Señal de un nuevo cambio para el próximo año. La de Dani, un nuevo viaje.
De regreso nuestra guía nos comentó que esa noche se vivieron las auroras más intensas de la temporada hasta ese momento y que había personas que habían viajado hasta en 10 ocasiones a diferentes países buscando la aurora, antes de conseguir verlas esa noche. Nos sentíamos verdaderamente afortunados.
El pequeño de visado para tres, y nosotros también, recordaremos para siempre al pequeño zorro correteando por el bosque, agitando su cola.
Gracias a Lapland Welcome por una experiencia inolvidable.
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