
27 May Tashkent, la ciudad uzbeka más soviética
Recién aterrizada en la capital de Uzbekistán, Tashkent, me dirijo al hotel a dejar mis cosas y empezar a explorar la ciudad más soviética de Uzbekistán. Destruida en gran parte por el terremoto de 1.966, reconstruyó su aspecto bajo el mandato de la antigua URSS.
Tashkent es una ciudad abierta, amplia, en la que abundan los jardines. Todo Uzbekistán, es un país tranquilo, en el que te puedes mover con absoluta seguridad.
Los ojos de los uzbekos reflejan el alma de un pueblo afable y hostil en busca de tu sonrisa y posterior saludo para conseguir el regalo de fotografiarse contigo.
En Tashkent resaltan la construcción de mezquitas, madrasas y minaretes acicalados con azulejo y una mezcla de inscripciones en antiguo árabe, persa y otras lenguas que denotan la historia del pueblo uzbeko.
La explanada Khast Imom, está compuesta por varias edificaciones. Dentro del complejo está la madrasa Barak Khan. Su patio interior está bordeado por celdas donde están instaladas las tiendas de maderas, sedas, pinturas…. Toda una serie de artesanías que se repetirán a lo largo de las distintas ciudades del viaje. Las madrasas son símbolos y centros de la cultura y enseñanza en Uzbekistán.
En el mismo complejo, está el Museo de la Antigua Biblioteca Moyie Mubarek, donde se encuentra el ejemplar del Corán más antiguo del mundo. El segundo es el que está encontrar en Topkapi, Estambul y el tercero en El Cairo, Egipto. Aquí no se pueden realizar fotos y su acceso cuesta 5000 som (no llega a 1€).
Próximo a la plaza está el Mausoleo de Abu Bakr Kaffal Shoshi.
Tashkent sí, tiene madrasas y mezquitas para visitar, pero no resultan tan fascinantes como las que puedes ver en Samarkanda, Bukhara o Khiva.
En mi opinión lo más impresionante de Tashkent, es el mercado, Bazar Chorsu. Localizado en el barrio antiguo de la ciudad. Es un lugar que me dejó maravillada y no sólo por sus dimensiones, porque es enorme, sino también porque es el punto donde más gente confluye.
Es un mercado en el que todo está perfectamente ordenado y limpio. Los vendedores comparten largos pasillos organizados por tipología de productos.
Lo primero que encontré fue la zona del pan. Recintos donde sólo preparaban y vendían el pan que se elabora y consume en Uzbekistán. Enseguida unos jóvenes horneros, me invitaron a asomarme al horno, donde encontré una cocción que podría catalogar como mística.
Los panes pegados a las paredes de hornos morunos y cocidos al candor de unas suaves y tímidas llamas. Los cocineros seguramente te pedirán hacerse fotos contigo, acércate y disfruta de la cercanía que te brindan.
Me dejaba llevar por los pasillos, curioseando cómo manipulaban los alimentos, cómo los preparaban para su venta, qué alimentos eran. Porque algunos me resultaban absolutamente desconocidos y ante mi cara de desconocimiento o de turista, también puede ser, me iban agasajando sus productos para que los probase.
Grandes filas con puestos de huevos, verduras en juliana, frutos secos, azúcar, especias y carne ya troceada que venden bajo la gran cúpula verde localizada en el exterior. Al entrar, notas un fuerte olor a carne que se va entremezclando con el resto de productos, especias, frutos secos.., todos perfectamente ordenados alrededor de círculos concéntricos. ¡Todo un escenario digno de admiración!.
A tan sólo un paseo entre puestos callejeros llegas a la mezquita Juma y la madrasa Kulkedash. En su interior hay un cuidado patio ajardinado. Único lugar al que se puede acceder, por ser centro de educación en activo.
Para acceder a la mayoría de madrasas, minaretes, mezquitas, museos…, tienes que pagar una pequeña tasa que suele rondas los 5000 som (no llega al euro). Aquí los precios son ínfimamente bajos, por lo que para el cambio de moneda lo mejor es ir haciéndolo poco a poco.
Tashkent no tiene un centro claro, pero hay dos plazas importantes; la Plaza de la Independencia donde se sustituyó la antigua estatua de Lenin por una bola del mundo acompañado de unas cigüeñas que simbolizan el ave que trae la novedad y la Plaza de Amir Timur donde está su figura ecuestre.
La comida de hoy ha sido en el Restaurante Navat. Unas empanadillas típicas rellenas de cordero y bebida (13.000 som).
Durante la cena en el Restaurante Piligrim Al Sahara he podido disfrutar de un espectáculo con música en directo y bailes tradicionales de las distintas ciudades y zonas de Uzbekistán.
Una buena entrada al país, ¿no crees? Mañana hacia Samarkanda…, tierra de sueños.
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