Se me fueron las ganas de viajar…

Puede sonar extraño el título de este artículo viniendo de una persona que le apasionan los viajes y que además, disfruta plasmando sus experiencias viajeras en un blog, pero esa es la cruda realidad.

Como a muchos viajeros, ya sea por motivos de trabajo, por visitar a familiares o por placer, en los tiempos que corren nos surgen muchas dudas a la hora de emprender un viaje. Sobre todo aquellas relacionadas con la seguridad. Y no es de extrañar con todo lo que está sucediendo en el mundo.

Quiero compartir con vosotros mi experiencia, de eso trata un blog en definitiva. Aunque en esta ocasión no tendré la oportunidad de poner fotos bonitas de paisajes, edificios, gastronomía, ni de nada relativo al viaje que “íbamos” a realizar.

Partíamos de nuestro retiro veraniego, con las maletas llenas de nuevas expectativas e ilusiones depositadas en un continente que nos apasiona y al que nuestro tercer pequeño viajero, no había visitado. Una megalópolis asiática, de ritmo frenético pero a la vez de tradiciones ancestrales. ¡Nos “íbamos “ a Hong Kong!.

Por la programación que habíamos hecho, en realidad Ana Mari. Ella es la que siempre investiga, consulta, propone e idea el itinerario que finalmente haremos.

Habíamos escogido el viernes 15 de julio para iniciar nuestra ruta. Todo estaba perfectamente planificado. Madrid – Hong Kong, con una pequeña escala en Estambul.

Estambul, esa magnífica ciudad que nos apasiona. Histórica, cuna de civilizaciones, puente entre dos continentes, Europa y Asia… ¿Qué mejor forma de llegar a nuestro destino?

¿Pero qué ha pasado para perder las ganas de viajar?

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Estoy convencido que muchos de vosotros ya os estaréis imaginando la situación, pero aquí os la cuento.

Tras un vuelo placentero, en el que lo pasamos verdaderamente bien. Noel no dejaba de jugar con los videojuegos de entretenimiento a bordo. Ana mari y yo aprovechábamos para ver alguna película de adultos. Esas que en casa ya casi no podemos ver prácticamente. A veces tengo la sensación de tener a la patrulla canina en casa conviviendo o que Bob Esponja se ha sentado a cenar con nosotros. Los que tenéis niños sabréis a lo que me refiero.

Nuestro vuelo aterrizó en el aeropuerto de Atatürk sobre las 23.30 de la noche, ligeramente más tarde de lo esperado.

Aparcamos en remoto y al entrar a la terminal, Ana Mari se fijó que en las pantallas todos los vuelos aparecían retrasados. “¡Qué raro!” Comentó. No había uno solo que no tuviera el mensaje «delayed«. A tan solo unos metros nos encontramos con un chico de servicios de tierra mostrando en su móvil el mensaje «coup attempt«…¡Golpe de estado!

Inmediatamente encendí el teléfono móvil y empezaron a entrar llamadas y mensajes de familiares, amigos y compañeros preocupados por nosotros.

Ante una situación de “relativa” normalidad entre los viajeros que ya esperaban dentro del aeropuerto, nosotros actuamos del mismo modo, buscando un lugar tranquilo donde pasar las horas hasta que se reanudasen los vuelos.

La tranquilidad duró poco, muy poco. De repente, una ola de personas desatadas corrían hacia nosotros. La gente gritaba y lanzaba los objetos que se encontraban por el camino; mesas, sillas, maletas… con tal de abrirse paso entre la multitud.

Arropados por la avalancha humana que nos abordaba, entramos en la sala vip de Turkish Airlines. Momentos de pánico, de incertidumbre, preguntándonos ¿Qué pasaba? ¿Por qué gritaban?. Estábamos tranquilamente en la cafetería y no entendíamos nada.

Llamadas desde España nos aclaraban con la voz entrecortada que estábamos rodeados de tanques, golpistas y el pueblo turco.

Con las prisas habíamos olvidado el móvil de Ana Mari cargando y un perrito que el peque decidió que le acompañara en el viaje.

Decidí salir a recuperar ambas cosas. Había personas escondidas debajo de las mesas, escondidas en las tiendas. Mochilas, maletas, ordenadores y tabletas abandonadas por la terminal.

Decidimos no salir de la sala VIP y pasar allí la noche. Una noche que ya indicaba  que sería larga y tensa. Nos “acomodamos” en la sala infantil, una zona de juegos y televisión con dibujos animados, con el objetivo de intentar hacer olvidar al peque toda la tensión que estábamos viviendo y tratar que se relajara. La verdad es que tenía miedo y mostraba su preocupación haciendo comentarios como: ”Mama, ¿por qué hacen esto? Estambul es una ciudad muy bonita!”

Sufrimos varias estampidas más a lo largo de la noche, pero la que más nos impactó, la que verdaderamente hizo temblar los cimientos del aeropuerto, fue el momento en el que el primer caza sobrevoló el edificio. Lo escuchamos pasar a muy baja altitud, tembló todo y hasta cayeron cosas del techo. Pero el momento más terrorífico fue cuando justo después de sobrevolarnos, tan sólo unas fracciones de segundo después, sonó una explosión. El miedo volvió a invadir el aeropuerto. La gente gritaba “bomba, bomba” y volvían a correr en busca de un nuevo refugio, incluidos nosotros. El corazón nos bombeaba como nunca lo había hecho antes.

Es muy complicado entender que la explosión respondía al sencillo hecho que el caza que nos sobrevoló había roto la barrera del sonido. Cuando conseguimos digerir esa información y el miedo que nos había causado, pudimos recuperar algo de aliento. Digo algo, porque un pequeño ruido no esperado, como una silla que se caía al suelo, provocaba el pánico entre las personas que allí se encontraban.

El ser humano es verdaderamente increíble. Siempre he dicho que la vida de una persona se conforma de las experiencias vividas y esto cobró su máxima expresión esa noche.

Esa noche conocimos y convivimos con gente de diferentes culturas. Recuerdo un señor, de aproximadamente 55 años de edad que me abordó preguntando si tenía un cargador para prestarle.

Amablemente me preguntó cómo se encontraban mi mujer e hijo. Le respondí que no estaban muy bien, la verdad. Era una situación a la que no estamos acostumbrados. A lo que él me respondió con un: “Yo soy de Irak”. No hizo falta que me explicara más para entender lo que me quería decir.

Eran cinco los compatriotas que volaban y su actitud era completamente distinta al resto. Habíamos conseguido que el peque se durmiera, pero los cazas seguían sobrevolando el aeropuerto, provocando terror entre los turistas. Él y sus compañeros nos transmitían tranquilidad.  En ese momento se dirigió a nosotros y nos dijo “No os preocupéis…ese ya está lejos.”. A pesar de estar viviendo una situación de pánico que ha dejado secuelas en nosotros, tanto psíquicas como físicas, ese comentario me hizo sentir rabia, impotencia, tristeza y un montón de sentimientos más, difíciles de describir.

Con la luz del sol crecía la tranquilidad. Poco a poco todo regresaba a la calma.

Los empleados de la sala VIP que estuvieron pendientes de asistir a los pasajeros, especialmente a los niños, empezaban a acusar el cansancio de una ardua noche. Se merecen un reconocimiento especial porque, admitámoslo, ante una situación parecida ¿Qué harías? ¿Quedarte y anteponer tus obligaciones profesionales o marcharte a casa con tu familia?

Sobre mediodía la normalidad se había instaurado en el ambiente. Los trabajadores, a los que les costó abrirse paso entre manifestantes y tanques, conseguían regresar a sus puestos de trabajo y volver a poner el aeropuerto en funcionamiento.

Muchos pasajeros comentaban lo ocurrido como una anécdota que jamás olvidarán, pero con la normalidad suficiente de continuar con el viaje que tenían previsto.

Ese no fue nuestro caso. El temor del más pequeño de “Visado para Tres” de que se hiciese nuevamente de noche, sumado al nuestro propio y la incertidumbre del momento, nos hizo tener serias dudas de si continuar con el viaje o volver a casa.

Como ya decía al principio, el viaje que “íbamos” a hacer…, nuestra decisión fue regresar a España.

No quiero terminar este post, sin dar las gracias a familiares, amigos, compañeros de trabajo,  empleados de la sala VIP por el apoyo mostrado durante esa noche y muy especialmente al pueblo turco, que una vez más demostró su valentía enfrentándose a los golpistas y frenando el intento de golpe de estado.

P.D: Esta situación provocó que se me fueran las ganas de viajar e incluso de escribir sobre viajes.

Escondida en un miedo y una alerta constante sobre todo lo que sucedía a mi alrededor, decidí dejar de lado el blog.

Hoy vuelvo a ponerme delante de la pantalla, para enfrentarme a todo eso y contaros pronto nuestra nueva aventura.

¡Gracias!

 

 

 

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