
23 Jun Plaza Registán, el hechizo de Samarcanda
La Plaza Registán o lugar arenoso, según su traducción del antiguo persa, era el sitio donde se localizaba el antiguo mercado y punto de encuentro de los viejos mercaderes y viajantes de la Ruta de la Seda que pasaban por Samarcanda.
La lejana ya plaza arenosa, es hoy un lugar rodeado de cuidados jardines que sirven de antesala a la majestuosidad de las tres madrasas de estilo timúrida que conforman el conjunto de la Plaza Registán.
Los amplios escalones construidos concienzudamente frente a ella, ejercen de mirador de la plaza para obtener una fabulosa panorámica de las tres madrasas.
El ladrillo cocido y los mosaicos son la decoración que componen las madrasas, aunque con distintas escenografías.
La primogénita de las madrasas es la de Ulugbek, el nieto de Tamerlán, finalizada en el 1420, aunque con restauraciones posteriores.
El patio interior, donde residieron los antiguos estudiantes, sirve hoy para la venta de las tiendas de recuerdos.
Su minarete es el único al que se puede acceder para obtener unas vistas aéreas de 360º de la ciudad de Samarcanda. La entrada de acceso es una estrecha escalera de caracol, cuyo precio es de 15.000 som, unos 3 euros, que hay que pagar al señor que está en la pequeña puerta de entrada.
Frente a ella la Madrasa Sher Dor, con el grabado de dos tigres aleonados que otorgan vida a la arquitectura de su fachada contradiciendo las reglas del Islam y la imagen de Buda en cada una de las fieras. Su obra es posterior de la de Ulugbek, ya que pertenece al S. XVII igual que la Madrasa Tilla-Kari.
La Madrasa Tilla-Kari o también conocida como la madrasa dorada, ejerce de anfitriona de la Plaza Registán.
Desde su cuidado patio interior de mosaicos, se accede a una mezquita exquisitamente embellecida en dorado y azul y a una galería fotográfica que muestra cómo fue anteriormente la Plaza Registán.
El momento álgido de la plaza se vive alrededor de las 19.30 hrs. con la caída del sol, cuando la magia aparece en el interior de las madrasas y éstas empiezan a empolvar sus rostros al ritmo de diferentes tonalidades. Posteriormente serán sus fachadas principales las que se sumen al eclipse total arrojando un hechizo sobre tus retinas. ¿El resultado? Una fuerte atracción de la que es difícil despedirse.
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